miércoles, 20 de noviembre de 2013

¡No son las prospecciones, estúpido!

Antonio González Vieitez

Hace 611 años y según escribieron en Le Canarien fray Pierre Boutier y monseñor Jean Le Verrier, contando el inicio de la conquista de Canarias en Lanzarote: “Gadifer…encontró a unas gentes que bajaron de las montañas y se acercaron a hablarle, y concertaron que el rey iría a cierto lugar…A la reunión acudieron de una y otra parte y se acogieron a la amistad de los citados caballeros como amigos y no como súbditos, y ellos les prometieron que harían todo lo posible para protegerlos de cuantos quisieran causarles daño. Pero después Bethencourt cumplió muy mal con ese deber…”

Estos días parece que se repite la historia. Un señor que se llama Brufau, que es presidente de la multinacional Repsol, y que llega a Las Palmas sin anunciarlo, dice que viene a protegernos de quienes, según él y como malos canarios, quieren dañar a los canarios buenos, impidiendo las prospecciones con las que él quiere regalarnos. Prospecciones, en sandía, plátano y zanahoria, que derramarían sobre el pueblo canario todos los dones contenidos en el Cuerno de la Abundancia. En efecto, si en Canarias no hay inversión, él nos propone nada menos que 9.000 millones de euros y que más de la mitad enriquecería el territorio donde se coloque la base de operaciones (no significando nada que sean inversiones fuera de la costa). Si el paro se ceba en la sociedad canaria, él viene y nos ofrece en su día hasta 52.000 puestos de trabajo en Canarias (sin tampoco significar nada que la totalidad de los empleados de Repsol en el mundo alcance las 25.000 personas).

Es tanta la maravilla que nos concede, es tanta la riqueza que va a verter sobre nuestras cabezas, que Brufau no entiende lo que está pasando en Canarias. Y es que el mundo entero nos mira atónito sin comprender, según él, el rechazo canario a las prospecciones. ¿Cómo dicen que no al progreso?

Y como no entiende lo que pasa, se llena de soberbia, se rebota y tiene el desparpajo y el desprecio (propios de quien está acostumbrado a dominar sin que le rechisten) de afirmar que “esta oposición al proyecto es política y vergonzante” (sic). Brufau no se da cuenta que ahora no está describiendo lo que dicen “unas gentes que bajaron de las montañas”, sino que está calificando la postura adoptada por el Parlamento de Canarias, el Gobierno de Canarias y los Cabildos más directamente afectados de Fuerteventura y Lanzarote. Amén de una mayoría de ciudadanos canarios (y quienes no estén de acuerdo con esta tesis, que se atrevan a hacer una consulta directa).

Es verdad que él viene apoyado por el Gobierno de España. [Por cierto, A) a diferencia del anterior Gobierno, que acordó que todo lo referido a las prospecciones se haría de acuerdo con lo que decidiera el pueblo canario. Y B), a diferencia de la posición que el actual Gobierno tiene en relación con la Comunidad Valenciana y Baleares, donde se opone a las prospecciones]. Es cierto que recibe el apoyo entusiasta del ministro Soria. Que, según Brufau, “tiene la mala pata de ser canario”. Muchos pensamos que la mala pata no es que sea canario, sino que sea ministro.

Pero Brufau no entiende nada. Hay que explicárselo

¡No son las prospecciones, estúpido!

Se emperra en analizar el problema desde las pautas que señorearon el siglo XX, marcadas por las energías fósiles y estructuradas alrededor del poder del “oro negro”. Brufau, como representante de esas energías viejas, se mueve obviamente en ese terreno y se resiste a salir de él. Porque todo lo que sea alterar ese escenario es letal para sus intereses.

Pero, y esto es incontestable, algunas cosas muy importantes han cambiado. A nuestros efectos y como mínimo tres. La primera, la época de los combustibles fósiles está sobrepasada en una Biosfera que ya es incapaz de metabolizar tanta contaminación. La segunda, afortunadamente este siglo XXI ha redescubierto los recursos energéticos alternativos, los limpios y renovables que, a poco que se les quiten los frenos institucionales y se les apoye, darán paso a un nuevo modelo energético que facilitará la sostenibilidad de la Biosfera. Y tercera que Canarias, que hasta ayer mismo tenía que importar toda la energía que consumía, tiene una excepcional dotación de esos recursos limpios y renovables.

Y ese es el hecho que queremos resaltar. La sociedad canaria hasta hace dos años estaba peleando por iniciar el aprovechamiento masivo de esas energías. Con las dificultades y contradicciones que todos recordamos, la batalla estaba servida. La oposición exitosa en Gran Canaria a la planta regasificadora en Arinaga, se basa en que permitir una muy costosa inversión en energías fósiles y su consiguiente amortización, iba a dificultar mucho el desarrollo de las alternativas limpias. Por otra parte, la primorosa experiencia del modelo de El Hierro, comenzaba a despejar dudas. La comunidad científica canaria (y la que, por ejemplo, acude a los simposios internacionales organizados por la Mancomunidad del Sureste) nos venía alertando de las excepcionales posibilidades de todo tipo que el cambio de Modelo Energético traería consigo. Muchos comenzamos a reflexionar sobre la Soberanía Energética Interior del Archipiélago. Nuestras preocupaciones estaban centradas en responder a ese enorme reto.

Y entonces llegó Repsol. Y entonces llegó el ministro Soria. Y nos quisieron encerrar en el debate de “Prospecciones Sí o No”. Con la tremenda potencia que supone contar con los medios de comunicación. Con las falsedades fundamentales dichas con toda la pompa institucional: “Si los canarios no sacamos nuestro petróleo, lo van a sacar los marroquíes”, ha tenido que venir el propio Brufau para desmentir la patraña: “las extracciones de Marruecos no pueden llevarse el petróleo de Canarias, hablamos de estructuras separadas”.

El debate sobre las dichosas prospecciones lo están apopando para alejarnos de la estrategia energética que comenzamos a pergeñar y dejarnos amarrados veinte años más a las energías fósiles. Creo que la sociedad canaria no debería dejarse enredar, ni dejarse enfrentar entre sí, ni cometer el mayor despilfarro de toda nuestra historia: no aprovechar nuestros fastuosos recursos energéticos. Que, además son 2,5 veces más baratos que los convencionales que estamos usando.

De eso se trata. La energía de nuestros recursos es “nuestra” (no es el momento para hablar de titularidades y su reparto), porque procede de nuestros recursos naturales y porque no se va a poder sacar fuera de las islas. Por el contrario, el posible petróleo no sólo va a ser de Repsol y sus mariachis, sino que va a ir directamente a tratarse a sus refinerías de Cartagena. ¿O no?

Y es que hay un montón de otras razones para preferir lo nuestro, lo barato y lo limpio a lo de Repsol, lo caro y lo sucio.

1). Porque el modelo energético limpio aportaría excelencia al mundo turístico canario. Nuestro destino se vería excepcionalmente mejorado, pudiéndonos declarar como territorio en vías de liberarse de contaminación. Y sabemos que, cada vez más, el turismo es sensible a las apuestas tangibles por la sostenibilidad. Por su parte, lo que podría traer Repsol no es excelencia sino amenaza turística.

2). La apuesta por el nuevo modelo aportaría una vigorosa fuerza para la diversificación económica, la producción de componentes, la innovación tecnológica y el empleo cualificado. Por su parte, la opción Repsol constituye la típica “economía de enclave”. Porque, por mucha baratija que nos quiera vender Brufau, su actividad como centro de flujos origen-destino no está conectada con las islas, sino directamente con el resto del mundo.

3). De otra parte, el modelo de las energías limpias es muy diverso y descentralizado. Por contra, el viejo modelo está caracterizado por el Grandismo. Todo es inmenso: las empresas, las instalaciones, las redes, los impactos y, por supuesto, su omnímodo poder. Hay un aspecto de los nuevos modelos que, muchos, valoramos en gran medida. Es su poderosa capacidad de hacer pedagogía de la sostenibilidad. Su gran potencia cultural para superar la sociedad de consumo masivo, de usar y tirar y de derrochar en vez de ahorrar.

4). Nuestra propuesta permitiría que, manteniendo en el área de propiedad pública los grandes parques energéticos, la financiación municipal se vería reforzada en un horizonte donde los grandes ingresos de otros tiempos, procedentes de actuaciones sobre el territorio y que nunca volverán, sean sustituidos por ingresos procedentes del aprovechamiento de las energías limpias. Por supuesto, con un control exhaustivo de su actividad y su contabilidad colgada en Internet.

5). La producción de energía y la potabilización de agua están conectadas. Nuestros vecinos africanos carecen de ambas y, de otra parte, nuestras posibilidades de implantar una estrategia exterior de codesarrollo son ingentes. De forma que el nuevo modelo energético permitiría pulverizar los intentos de convertir a Canarias en la famosa “plataforma logística”, en la que primarían los intereses a corto plazo de quienes se “posicionaran” en las Islas para obtener beneficios de cualquier intercambio con África. Porque, frente a esa sesgada visión cortoplacista, la realidad es que el pueblo canario es vecino de nuestros vecinos. Nuestros intereses comunes son de vecindad a largo plazo. De forma que hacer negocio en una sola dirección es una estrategia inadecuada, absurda, injusta y condenada en el tiempo.

Resumiendo. Impidamos que nos encierren en una absurda polémica que nos impida avanzar en el aprovechamiento de nuestras ingentes posibilidades de desarrollo sostenible (por muy manoseadas que estén estas palabras, creo que hay que reivindicarlas en su sentido más genuino).

Recomendar a Brufau que, por mucho que el Ministerio de Industria le empuje a convertirse en un nuevo Adelantado, tasque bien el freno de la sensatez y no se meta en camisa de once varas. Y a quienes, desde el ámbito de la política (con minúscula) pretendan violentar la voluntad expresada del pueblo canario, se tienten la ropa y no fuercen la eclosión de poderosas fuerzas racionalmente aparcadas.

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