Cecilia Sánchez Suárez
Desde los albores de la humanidad la feroz pugna por el control de la energía ha sido una constante en nuestra historia con desdichadas consecuencias sobre todo socio-económicas, de desigualdad, y ambientales, especialmente graves en estos últimos 100 años por la acelerada degradación medioambiental y espolio nuestro planeta, cuyo exponente más palmario es el cambio climático. Quien controla la energía, controla la civilización, la distribución de los bienes y, en definitiva, la riqueza de los pueblos, señala Jeremy Rifkin. De todos es conocido que el actual modelo energético es monopolista, centralizado, antidemocrático, caduco, basado en la energía foclear (fósil y nuclear) en manos de un puñado de empresas transnacionales sin escrúpulos que tienen en su altar al dios dinero o, mejor dicho, al dios poder, cuya naturaleza inmaterial es aún más peligrosa si no se le impone límites; que supone para un gran número de países la dependencia del exterior y el aumento de los conflictos internacionales para su control (dícese la Guerra de Golfo por el petróleo o la actual crisis de Ucrania a causa del gas, por ejemplo). Sin embargo, semejante posición descansa en dos pilares sin los cuales no podría sostenerse. El primero es el apoyo de una élite política sin escrúpulos que dirige el estado de espaldas a los gobernados a cambio de futuros tratos de favor cuando abandonan sus cargos (si no antes). Y, el segundo, la aquiescencia de una ciudadanía inmóvil y con serios problemas para hacerse claros juicios de valor sobre este tema por la complejidad y, sobre todo, opacidad, oscurantismo y manipulación existentes en el sector energético. Dicho pilares no son inamovibles si bien es verdad que parece más factible, aunque tampoco sea sencillo, comenzar por transformar el segundo pilar si queremos ver cambios palpables en el modelo. Señalados los actores y el argumento de la obra pondremos el acento en la alternativa, en otro guion mejor, en otro desenlace y en los recursos que habremos de desplegar si queremos llegar, aunque sea tarde, a la función con otra compañía. El nuevo modelo energético propuesto desde distintos foros ha de ser, sin más dilación, sostenible, es decir, basado en energías renovables (inagotables, limpias y baratas) y medidas de eficiencia energética; ha de estar basado en el autoconsumo [1] generalizado; ser democrático, donde el ciudadano se implique en la generación de energía limpia y tenga su control y capacidad de decisión; y donde predomine la generación distribuida o in situ, caracterizada por numerosos puntos de producción energética cercanos a los puntos de consumo, mucho más eficiente desde todos los puntos de vista que la generación centralizada.
En España estamos asistiendo a una reforma del sector eléctrico que supone un auténtico despropósito, en las antípodas al modelo anteriormente propuesto con un ataque directo a las renovables (acusándolas injustificadamente del aumento de déficit de tarifa y negándoles las primas, entre otras cosas). Concretamente, el Gobierno laboró a mediados de 2013 un borrador [2], el segundo, con el que se pretendía de regular por completo el autoconsumo [3] y de dar cobertura legal, por primera vez en nuestro ordenamiento jurídico, al balance neto que, sin embargo, hace aguas por todas partes. Uno de los aspectos más notables a la vez que preocupante es que establece el conocido peaje de respaldo (art. 16). Llama la atención que un sistema de producción eléctrica con tantos beneficios asociados a la generación distribuida y al autoconsumo que apenas incurre en costes para el sistema, sino más bien es un apoyo, soporte un elevado peaje de respaldo por el hecho de generar electricidad para el propio consumo en la que no interviene la red de distribución ni la de transporte. En los únicos casos en los que está presente dicha red es en el suministro de energía y en el vertido de la energía excedentaria que es obvio que también lo usa y por el que ya se paga la tarifa de acceso. Por lo tanto, no tiene sentido justificar dicho peaje “por el respaldo que el sistema eléctrico realiza al autoconsumo” y tampoco, por la sostenibilidad económica del sistema a corto plazo ya que el sistema de autoconsumo no ha generado los costes hundidos que se quieren recuperar. También supone un trato discriminatorio respecto a otros consumidores que no lo pagan respecto de la energía susceptible de ser ahorrada (como a través de lámparas de bajo consumo). Es, en definitiva, una penalización al ahorro o un premio a quien más consume. Destaca el hecho de que la CNE recomendase su supresión. En Alemania la energía instantánea no sólo no lleva peaje sino que se prima con el objetivo de fomentar el ahorro y evitar el vertido. Además hace que se alargue el plazo de amortización de las instalaciones de 7 u 8 años a 17. Por otro lado, la futura norma impide el desarrollo del sector de las ESE del sector de las renovables al prohibir que el titular de la instalación y el de la superficie sean distintos, lo que facilitaría la generalización del autoconsumo posibilitando que ciudadanos sin un gran poder adquisitivo adquieran una instalación sin necesidad de un desembolso inicial importante. También impide el autoconsumo compartido, ya sea vecinal, municipal o entre diversas empresas, por ejemplo. Además, el tamaño de las instalaciones de tan sólo 100 KW es muy limitado, debiéndose igualar con la capacidad de consumo. Por último, cabe decir que el balance neto es inexistente, sí como lo oyen, porque estable un “sistema de compensación” de la energía vertida con la energía consumida “horaria” y no mensual o anual como en otros países. Esto significa que cuando a un ciudadano le sobra energía porque, por ejemplo, sus paneles fotovoltaicos están produciendo más electricidad de la necesaria “nunca podrá compensarla” con la energía cogida de la red porque, si en ese momento autoproduce, es evidente que no puede coger de la red al mismo tiempo. Chapó por los redactores del borrador que han conseguido introducir el concepto de balance neto como muestra de modernidad para luego defenestrarlo con un solo adjetivo: horaria. Con el autoconsumo y el balance neto “Nos sobra Energía” (especialmente en Canarias con más horas de sol y viento), entonces ¿a quién beneficia que no salga adelante?
Cecilia Sánchez Suárez. Licenciada en Derecho, Miembro de Ben Magec - Ecologistas en Acción, Px1NMEC y Máster en Energías Renovables.
Notas
[1] El autoconsumo de electricidad es un sistema en el que se produce electricidad para el propio consumo. Se llama autoconsumo o autoconsumo total o instantáneo la energía producida que se consume íntegramente en la red interior a la que se conecta la instalación y no hay excedentes para verter a la red de distribución. Se llama autoconsumo parcial, balance neto o autoconsumo por balance neto cuando parte de la energía generada, al exceder de las necesidades del usuario, no se consume y se vuelca a la red. En el balance neto la electricidad cedida puede ser remunerada (sistema mixto) o no (sistema puro en el que se generan derechos de consumo diferidos). Hay dos grandes modalidades de autoconsumo y balance neto, el individual y el compartido (vecinal o municipal).
[2] Propuesta de R.D. por el que se establece la regulación de las condiciones administrativas, técnicas y económicas de las modalidades de suministro de energía eléctrica con autoconsumo y de producción con autoconsumo de 18 de julio de 2013.
[3] Real Decreto 1699/2011, de 8 de diciembre de 2011, por el que se regula la conexión a red de instalaciones de producción de energía eléctrica de pequeña potencia sólo regulaba algunos aspectos técnicos, pero no las condiciones administrativas y económicas del autoconsumo que con el borrador se trata se cubrir.
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