Antonio Morales Méndez, Alcalde de Agüimes
La central hidroeólica herreña de Gorona del Viento se ha convertido en una esperanzadora realidad. El binomio del agua y el viento permitirá, a partir de ahora, que las necesidades energéticas y de agua de El Hierro queden cubiertas sin que apenas se tenga que recurrir a los combustibles fósiles. Un sistema completo de depósitos y bombeos, aerogeneradores e innovación tecnológica consiguen situar a esta isla canaria en el mapa mundial de las energías renovables y la autosuficiencia energética. Con un presupuesto de 82 millones de euros -que prevén amortizar en veinte años, aunque pueden ser muchos menos si sigue aumentando el precio del crudo- Gorona del Viento evitará el consumo anual de 40.000 barriles de petróleo y la emisión a la atmósfera, en el mismo periodo de tiempo, de casi 19.000 toneladas de dióxido de carbono, cien toneladas de dióxido de azufre y 400 toneladas de óxidos de nitrógeno.
Se trata probablemente de la propuesta más avanzada, pero afortunadamente hoy existen otros sistemas aislados en el mundo que nos demuestran que la soberanía energética en unas islas como éstas es perfectamente posible. Así lo han entendido desde hace muchos años distintos territorios insulares en el planeta. Islandia, tras la crisisdel petróleo en la década de los setenta, se decidió a apostar por la geotermia para calentar sus hogares, lo que le ha permitido ahorrar el 2% de su PIB; en la actualidad casi la totalidad de sus fuentes de producción de electricidad se basan en la geotermia y la hidráulica. Y así lo han entendido también otros territorios insulares: la Isla de Eigg, en Escocia, se autoabastece con agua, viento y sol. Y están también en ello Tokelau, en Nueva Zelanda, Samso, en Dinamarca, Hawái, en EEUU, San Eustaquio, en Grecia, Tuvalu, en Polinesia, Vormsi, en Estonia, Jeju, en Corea, y tantas otras.
A finales de 2012,la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) convocó en Malta un encuentro mundial de representantes de territorios insulares, al que concurrieron 48 países, para defender la garantía de un futuro más seguro y más próspero para las islas del mundo, cimentado en un desarrollo sostenible ligado a las fuentes energéticas renovables y a las nuevas tecnologías. Para Adnan Z. Amin, director general de la Agencia, “la mayoría de las islas de todo el mundo dependen, para cubrir sus necesidades de energía, de la importación de combustibles fósiles, caros y con fluctuaciones de precios drásticas”, lo que deja a las regiones insulares en una situación de precariedad preocupante. La cumbre concluyó que la alternativa de las renovables reforzaría la seguridad energética, generaría empleo y aumentaría el bienestar social y económico y se reafirmó en que las energías solar, eólica, hidráulica, geotérmica y oceánica, así como los biocombustibles, se pueden generar a nivel local, con soluciones adaptadas a cada isla.
Gorona del Viento es, sin duda, una auténtica revolución tecnológica y la demostración palpable de que ésta es la senda por la que debemos transitar en los próximos años en Canarias. Y cuanto antes, mejor.Pero las intenciones de los gobiernos central y canario no parecen ser éstas. Todos se llenan la boca hablando de las bondades de las renovables y de sus opciones para este archipiélago y el mundo. Paulino Rivero nos insiste en que las renovables son el futuro y las fósiles el pasado. El Gobierno español que más daño ha hecho a las energías limpias también opina que este es el ejemplo a seguir. Pero la realidad es que unos y otros tienen la vista puesta en otros modelos. Sus palabras se las lleva el viento y detrás aparecen las verdaderas intenciones de apostar por el gas y el petróleo como elementos sustentadores de nuestro modelo energético. Emparedadas entre las prospecciones petrolíferas del ministerio de Industria y la elaboración de las Directrices de Ordenación del Sector Energético de la consejería de Industria de Canarias, que prevé la introducción del gas para abastecernos de un 37% de energía, las renovables -mucho más baratas- siguen instaladas en ese absurdo 4% -6% a lo sumo - en el que llevamos varias décadas, al vaivén de la corrupción, la inoperancia, normativas territoriales, servidumbres aeronáuticas, presiones oligopólicas y otros desatinos.
En la actualidad nos abastecemos en Canarias en más de un 97% de petróleo, lo que nos supone un desembolso económico de alrededor de tres mil millones de euros. Importamos más de siete millones de toneladas (más de 53 millones de barriles al año, casi 150.000 cada día) de las que un 53% se destinan a consumo interior y un 47% al transporte de navegación marítima o aérea. Por tipos de consumo, el 32% se dedica a la producción de electricidad, el 20% a transporte interior, el 13% al transporte aéreo y el 34% al transporte marítimo. Nuestra dependencia del exterior y de las fluctuaciones de los precios de los combustibles fósiles es brutal. En estos momentos generar energía en Canarias cuesta más de mil millones más que en la península –algunos datos apuntan a 1.500- aunque pagamos lo mismo porque estamos subvencionados, pero en cualquier momento el Gobierno central podría decidir que ya no nos subvenciona esta diferencia con lo que los precios de la electricidad se dispararían.
El encarecimiento de los combustibles fósiles por escasez o por cuestiones geoestratégicas tendría para Canarias unas consecuencias catastróficas. La situación que se vive en estos días en el planeta alrededor del gas y el petróleo deberían alertarnos al máximo y obligarnos a buscar a marchas forzadas las alternativas necesarias a la dependencia de las energías convencionales. La crisis de Rusia y Ucrania ha forzado a Europa (que gasta al año más de 500.000 millones en comprar energía) a elaborar precipitadamente un protocolo de actuación para romper la dependencia del exterior; por supuesto, la escalada del precio del crudo por la guerra de Irak no ayuda a relajar la tensión.
Argelia, Rusia y Nigeria han sido los países que más combustible han vendido a España en los primeros meses de este año. Para echarse a temblar. Mientras, justo en estos momentos, le damos un golpe mortal a las renovables y les suprimimos con carácter retroactivo unas primas que apenas suponían un 10% de lo que nos gastamos en importar combustibles fósiles contaminantes e inseguros. La Agencia Internacional de la Energía nos advierte una y otra vez que tenemos que ir prescindiendo de los combustibles fósiles para producir energía, que llegar al 30% de renovables en 2030 ahorraría 547.000 millones en CO2. Pero aquí navegamos en sentido contrario: las inversiones en energías limpias se sitúan en estos momentos en los niveles de 2001; los inversores extranjeros demandan al Gobierno, un día sí y otro también, ante los tribunales europeos y las empresas españolas (punteras en el mundo, vanguardias en tecnología), tienen que salir al exterior (donde si que están haciendo una apuesta enorme por las renovables) para invertir en parques eólicos terrestres o marinos o en plantas solares.
Europa, que ha conseguido reducir su CO2 en casi un 20% ocho años antes de lo previsto, gracias a la crisis, las renovables y la eficiencia energética, mira con lupa las políticas españolas favorecedoras del oligopolio eléctrico y gasístico, que lucha denodadamente por apuntalar la inversión de más de 25.000 millones de euros que hicieron en plantas de gas que hoy apenas entran en funcionamiento por la acción de la energía eólica. Mientras España pierde posiciones en la producción de energías limpias, Suecia, por ejemplo, se acerca en estos momentos a un 49%.
A todos les parece estupendo el ejemplo de Gorona del Viento, pero no suena más que a escaparate exculpatorio tanto para el Gobierno canario como para el Gobierno español. Para que lo que necesita Canarias no quede confinado a la isla del Meridiano hacen falta algo más que palabras. Hace falta que se eliminen las trabas a la energía eólica, a la solar y a la hidráulica. Hace falta que se potencien los biocombustibles, las energías marinas y las geotérmicas. Hacen falta alternativas de almacenamiento cada vez más accesibles.Hace falta romper los compromisos retorcidos con los oligopolios energéticos. Hacen falta muchas “goronas del viento”. Hace falta soberanía energética.
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